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Magia en las manos de José María


Ilustración de Álvaro Portales para El Dominical de El Comercio.

Estaba en todas partes. En las cañas de carrizo de las que colgaban bolsas plásticas rosadas que invitaban a tomar chicha de jora, en las aldabas de las puertas, en Aymas, en el botacandela, en la abuela Virginia que me hablaba en quechua para que yo le respondiera en español; José María Arguedas era todos los niños Ernesto que veía en Abancay, hijos de abogados nómadas, pero no llegué a conocerlo. Recién leí sus cuentos cuando salí del colegio y volví a Lima, y a esas primeras historias le siguieron Los Ríos Profundos, Yawar Fiesta y Todas las sangres.

El Sacha Runa. Ilustración de la artista Lisa Torske.

Leer a Arguedas es terminar entendiendo la historia de su tragedia, de la tristeza que no se puede curar porque no hay una revancha a la medida. Leer a José María es terminar abrazando al ser humano, al paisano que pidió Coca Quintucha en su sepelio, la misma canción de mi viejo.

Por eso, esperaba que el 2011 fuera declarado, con toda justicia, el año del centenario de su nacimiento. Pensé que podía hacerse una cosa mixta que incluyese a Machu Picchu y a José María pero no pasó. Y su celebración quedó un poco trunca.

Pese a ello, algunas editoriales igual decidieron rendirle tributo con la publicación de sus libros. La histórica editorial Horizonte es la que más empeño le ha puesto al asunto, pero la sorpresa, sin duda, la ha puesto Punto de Lectura con la reimpresión de Mitos, Leyendas y Cuentos Peruanos, un libro casi desaparecido que encaja perfectamente en las preferencias de este blog.

Para ser precisos, Mitos, Leyendas y Cuentos Peruanos no es un libro escrito por José María, sino recopilado y editado por él. Este texto apareció por primera vez en 1947, cuando el autor se desempeñaba como jefe de la sección folklore y artes populares de la Dirección de Educación Artística del Ministerio de Educación.

El Pishtaco. Ilustración tomada del archivo virtual de Onpelix.

Fue desde ese puesto que ideó una manera sencilla de reunir los relatos populares que recogían parte de nuestra mitología. Cientos de maestros y alumnos de secundaria de todo el país que, mediante un cuestionario diseñado por el escritor, recopilaron las tradiciones orales de sus pueblos, se convirtieron en sus principales aliados. El resultado fueron más de cien cuentos, leyendas y mitos agrupados en tres regiones: costa, sierra y selva.

«Si la naturaleza escolar del volumen excluía por sí misma una serie de relatos de gran importancia documental, nos daba en cambio la oportunidad de realizar un doble ideal pedagógico: editar un libro escrito por maestros y alumnos, valioso no solo como excelente medio de trabajo escolar, sino como modelo para la recopilación folklórica», dice Arguedas en la presentación de Mitos, Leyendas y Cuentos Peruanos.

Pero este apurimeño inmortal se quedó cortó en la valoración de este libro. Es más, su esfuerzo vino cargado de magia, tanta que el Aya Uma de Cajamarca, el Sacha Runa de Loreto y los Pishtacos de Lima vieron sus nombres escritos en letras de molde por primera vez.