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Hellboy trae de vuelta su crucifijo al Perú


Si me pidieran nombrar un buen personaje creado bajo el formato clásico del superhéroe pero que se mantiene fuera del circuito de Marvel y DC, que tiene una dinámica propia y un nutrido universo de personajes secundarios, mi primera opción sería Hellboy (la segunda sería Invencible de Robert Kirkman pero eso no viene al caso).

Para muchos, Hellboy es un cómic de historias sencillas y bien armadas, nada más. Pero para su creador, el norteamericano Mike Mignola, Hellboy fue la llave de la consagración. Y no solo por el éxito comercial que tuvo su coloso rojo, sino porque demostró que además de ser un notable dibujante, que sorprendía con los claroscuros de sus viñetas, también podía escribir guiones con bastante solvencia.

Veámoslo de esta manera, al crear a Hellboy, Mignola pasó de jugar con las sombras de la capa de Batman o lo colorido del mundo de Kriptón a contar historias en las que se fundían el universo de H.P Lovecraft, las historias de terror del folclore escandinavo, ruso o japonés y los cómics pulp. Y no lo hizo porque hubiera guardado por años esas ficciones, Mignola se puso a escribir recién cuando publicó los primeros números de Hellboy, como quien suma un nuevo oficio a su trayectoria.

Hellboy vs Hécate en una viñeta de la saga Despierta al demonio.

De hecho, Semilla de Destrucción, la primera historia de Hellboy tuvo que ser coguionizada por Mignola y John Byrne (desde el sábado 23 de junio, esta historia es publicada en el Perú por la sorprendente Editorial Vuk). El miedo al debut en los guiones hizo que Mignola pidiera ayuda a su amigo Byrne, pero luego de esa primera experiencia corrió en solitario y no paró hasta dejar establecidos los cimientos del universo de Hellboy.

Y este trabajo, que demandó el esfuerzo no solo de escribir sino de empaparse de los mitos y cuentos populares que se adaptarían al universo de Hellboy, dio frutos. Hellboy ha sido llevado al cine dos veces, además se han hecho dos películas animadas sobre el personaje, y se han lanzado otros títulos relacionados con el gigante rojo y sus compañeros del Buró de Investigación y Defensa de lo Paranormal o BPRD.

La influencia de Lovecraft en el universo de Hellboy es notoria. En esta viñeta de la saga Batman, Hellboy, Starman, el propio demonio rojo bromea con la figura del autor del Horror de Dunwich. «Lovecraft sabía algunas cositas», dice.

¿Y quién (cuernos) es Hellboy? La película de 2004 de Guillermo del Toro explicó bien que el personaje llegó a la tierra como parte de un experimento nazi con el que se quería invocar a gigantescos y antiguos demonios, muy del estilo lovecraftiano, que existían fuera de esta dimensión. Sin embargo, Hellboy termina uniéndose a los aliados y combatiendo a los expertos en ocultismo del Tercer Reich, entre ellos a Grigori Rasputin, una adaptación libre del monje vinculado a la dinastía Romanov, en el final de la Rusia zarista.

Pero Hellboy no solo se ha agarrado a puñetazos con adaptaciones de personajes históricos, también lo ha hecho con clásicos de cuentos de terror como Baba Yaga, la bruja más célebre del folclore ruso, o con la griega Hécate, diosa de la hechicería.

Además, se ha nutrido de clásicas historias de monstruos hollywoodenses como vampiros y hombres lobo. Precisamente, uno de sus amuletos contra chupasangres lo vincula a nuestro país. En las características especiales del DVD de la primera película de Hellboy se hace un paneo de todos los elementos que contiene el cinturón del héroe. Está el Samaritano, la pistola especial de Hellboy que dispara virutas de plata mezcladas con agua bendita, hojas de trébol y roble blanco, uno de los tres denarios con los que el Papa Gregorio VII capturó al hombre lobo de Mantua en 1083, una calavera de azúcar de México, y un crucifijo especial que le perteneció al jesuita Luis Navarro, que mató 113 vampiros en La Oroya, Perú.

¿Cómo? Pues sí, este Hellboy, que la editorial Vuk ha traído con acierto a nuestro país, ya lleva algo peruano en su cinto. Es justo, entonces, que por fin haya pasado por aquí a decirnos hola.

El cinturón de Hellboy.
El crucifijo de Hellboy en imagen congelada del DVD francés. Para los que se pierden en el idioma de Zidane, la leyenda dice lo siguiente: «Este artefacto le perteneció al sacerdote jesuita Luis Navarro que personalmente destruyó 113 vampiros, el 5 de agosto de 1709 en La Oroya, Perú.
El primer cómic de Hellboy publicado en el Perú por Editora Vuk, escoltado por algunos tomos de Norma.

Salva el mundo y revuélcate en la cama


Portada del número 2 de Worldwatch

En el largo anecdotario del cómic superheroico gringo, Worldwatch debe tener un lugar pequeño pero significativo. Y la frase no es gratuita, el cómic, publicado en el 2004, abordó las tensiones que pueden darse en cualquier grupo de metahumanos que se reúnen para combatir a supervillanos disfrazados, poniendo énfasis en su vida sexual y sus vicios.

Como lo dijo su creador, el guionista norteamericano Chuck Austen, Worldwatch partía de la premisa de mezclar superhéroes con The Shield, la serie de televisión que narra la vida de un grupo de policías corruptos que presta servicio para una comisaría de Los Ángeles.

Chuck Austen

Claro que explorar el lado oscuro de los superhéroes no es nuevo, y en el 2006, Garth Ennis, con su The Boys, daría cátedra de cómo hacerlo, pero dos años antes Austen, con sus peculariedades, ya le había labrado un poco el camino.

Worldwatch tenía como protagonista principal a War Woman, una versión alternativa de Wonder Woman, que, a pesar de liderar el equipo de superhéroes, sufría de un grave problema para definir sus lealtades ya que sostenía encuentros sexuales con el principal enemigo de su grupo (en su propia base). War Woman estaba secundada por el trío formado por Doc Gulliver (un gigante), Sergeant Mercury (una velocista) y Tiger Princess (una versión femenina de la Pantera Negra) que disfrutaba espiando los lances eróticos de los dos primeros. Pero el personaje más complejo de la historieta era el Intercessor, un sujeto que se definía como «mensajero de Dios» y que obligaba a las mujeres que rescataba a formar parte de un culto que lo adoraba y le servía (sexualmente) en todo.

Viñeta del número 2 de Worldwatch. El Intercesor y su singular idea de la gratitud.

Con este juego de roles extremos, Austen tenía suficiente material para llamar la atención del público y hasta de la crítica, pero quiso ir un poco más allá y trató de personalizar la controversia que estaba por desatarse alrededor de Worldwatch. En la contratapa del número 3 de la historieta, un mensaje de la editorial Wild and Wooly Press, que publicaba Worldwatch, anunciaba que habían despedido a Austen porque los lectores «odiaban lo que escribía» y que sería reemplazado por el desconocido Sam Clemens.

El ceremonioso anuncio no pasaba de ser una broma de Austen pero algunos fans creyeron la historia. El autor no tuvo tiempo de explicar de qué iba el asunto pues ya no pudo sacar el número 4 debido a la falta de liquidez. Lo curioso es que Worldwatch, a pesar de los problemas de dinero de su creador, se convirtió con el tiempo en un objeto de culto y en portales como Ebay los números sueltos pueden llegar hasta los 40 dólares. Digamos que esta serie inconclusa desnudó un poco más el fanatismo de los seguidores de los héroes encapotados.

Los problemas de tener un micro traje de batalla como el de War Woman.
Encendido diálogo entre Doc Gulliver y Sergeant Mercury.
Los tres números de Worldwatch y la portada del número 4, que nunca fue publicado.

Liga de la Justicia Sudamericana


Mi colección de cómics de superhéroes sudamericanos.

En 2008, Perú.21 convocó al concurso ‘Buscando al Superhéroe Peruano’. Era una idea interesante en la que participé y perdí como debía ser. Mi guión era bastante pobre y los trazos de mi socio Alejandro Alemán se hicieron a última hora. Esta experiencia, sin embargo, me dejó una duda. Si en Lima se había planteado el reto de crear historias de aventureros con mallas y antifaces, qué se estaba haciendo en los países vecinos.

De a pocos, la respuesta llegó a mis manos. El cómic de superhéroe, entretenido, bien contado y ambicioso, tiene tres exponentes muy interesantes en Brasil, Chile y Argentina, a los cuales he ido siguiendo. Y hasta podría decir que hay un cuarto en Uruguay al que estoy a punto de meterle el diente, y que probablemente sea motivo de otro post.

Y como todo tiene un inicio, esta historia empezó la primera vez que tuve en mis manos un cómic de El Caballero Rojo, un personaje argentino no tan aclamado como El Eternauta, ni conocido como El Cazador o Cybersix, pero que se ha mantenido vigente desde que apareció por primera en 1997. El Caballero Rojo cuenta las aventuras de un joven justiciero sin poderes que descubre que es descendiente de un larguísimo linaje de aventureros y vigilantes, todos conocidos, en su momento, con el mismo nombre que el protagonista de la historieta.

Y esto de ser heredero de una estirpe de paladines tiene sus ventajas. Los creadores de El Caballero, el dibujante Mariano Navarro y el guionista Toni Torres aprovecharon esta circunstancia para introducir flashbacks en los que se veía a los predecesores del héroe protagonizando sus propias aventuras. El detalle es que estas historias fueron dibujadas por ilustres exponentes de la historieta argentina. Para empezar por todo lo alto, el primer artista que colaboró con El Caballero fue Francisco Solano López, cocreador de El Eternauta junto a Héctor Germán Oesterheld. Solano López dibujó una historia corta del Caballero Rojo de los años 50. Luego vinieron otros notables como la estrella de Marvel, Enrique Alcatena y Eduardo Risso, conocido por dibujar la premiada 100 Balas de la línea adulta de DC Comics, Vértigo.

El último número de El Caballero fue el 14 y salió el 2000. Pero sus fanáticos no lo dejaron morir y tuvo que regresar en tomos recopilatorios el 2007, bajo el sello de la editorial Domus. Los tres primeros tomos llegaron a Lima gracias a la librería Contracultura. El 2009, estas reimpresiones empezaron a publicarse en Italia y el 2010 fue traducido al inglés y pasó al formato digital para ser leído como una aplicación de Iphone y Ipod.

Portada del segundo tomo recopilatorio del Caballero Rojo.
El cómic del Caballero Rojo también está inspirado en la serie Titanes en el Ring, que se veía en Argentina en los años 60.

El segundo héroe de este post es chileno y aunque en teoría estaba más cerca que El Caballero fue más difícil dar con sus cómics. Diablo cuenta la historia del joven Álex, quien muere de un balazo en el pecho pero vuelve al mundo de los vivos gracias a un pacto con el demonio. Es casi la misma trama creada para el Al Simons de Spawn, pero sin la presencia de un vicioso guía como Violator, sino de una voluptuosa diabla llamada Cénit.

Diablo fue creado por el dibujante Mauricio Herrera (hoy radicado en México) y el guionista Javier Ferreras. Su primer cómic apareció en 1996 y llegó hasta el número 12, el más logrado de esta primera etapa.

Luego volvió en el 2006 bajo el sello Berserker Comics con la serie Diablo Crónicas, un proyecto en blanco y negro en el que Herrera y Ferreras dejaron que otros jóvenes exponentes del cómic chileno experimentaran con su personaje. Solo salieron tres número de Diablo Crónicas, pero con esta nueva publicación, con la plasticidad de los grises y las impresionantes portadas de Herrera, el personaje se ganó su espacio en el mundillo del cómic sureño.

Es por ello que en enero de este año, la editorial Visuales lanzó un bonito tomo recopilatorio en tapa dura de los primeros ocho cómics de Diablo y la embajada de Chile trajo este material, además de la primera novela gráfica protagonizada por la diabla Cénit, para la Feria del Libro Internacional que se realizó en Jesús María.

Espectacular portada del número 1 de Diablo Crónicas.
Viñeta del número 2 de Diablo Crónicas.

El último protagonista de este post habla portugués, viene de Brasil y es tan poderoso como Superman. Su nombre es Cometa y fue creado por el ilustrador Samicler Goncalves en el 2004.

Con altibajos, el personaje ha llegado al número 9 y ya tiene un primer tomo recopilatorio. Goncalves, al igual que sus pares en Chile y Argentina, ha entendido que la unión hace la fuerza y a partir del número 6 de Cometa empezó a reunir a su personaje con algunos de las decenas de superhéroes creados en el país de la capoeira. Si ha pensado en un crossover entre El Cuy de Acevedo, Lito el Perro y Caraxo Man, quizá no esté tan lejos de entender lo que ha logrado este ilustrador.

En el número 6 de Cometa, el superhéroe comparte viñetas con Raio Negro, el primer superhéroe brasileño, creado en 1964, que recuerda al look de Cyclops de los X Men, pero que tiene poderes similares a Linterna Verde. También los acompaña Escorpiao, un personaje creado en 1967, y Nova, una de las primera superheroínas cariocas, creada en 1976.

Para el número 7, Cometa se junta con Cranio, creado en 1988, y con Lagarto Negro, un personaje más moderno que vio la luz en 1998. Los cruces con sus antecesores continuaron hasta el número 8 y en el número 9, Cometa retomó sus historias en solitario.

Goncalves se ha retrasado en la entrega de sus trabajos por problemas de salud, y por las obligaciones que debe cumplir como dibujante de la compañía Moonstone, para la que ha ilustrado algunos números del Fantasma que Camina de Lee Falk. Con todo, este empeñoso dibujante sigue adelante y ya ha adelantado a sus seguidores que tocará las puertas de DC Cómics para plantear a la gigante gringa, que ya es hora de que Superman y Cometa se vean las caras. La ambición de este artista es ilimitada.

El universo de personajes creado por Samicler Goncalves para la editorial SG.
Portada del número 7 de Cometa.
El sueño de Samicler Goncalves.

Cómo hacer una autopsia a un superhombre


El cadáver de la poderosa Retro Girl es examinado por Pilgrim y Walker en el número 2 de Powers.

En el mundo de los detectives de homicidios Christian Walker y Deena Pilgrim los superhéroes caen pero no para levantarse. No importa que volaran como dioses, o que hubieran logrado hazañas impensables, cuando los cuerpos de estos paladines aparecen en algún callejón, con la garganta cercenada, acaba el trabajo de los justicieros enmascarados y empieza la labor de la policía.

Esa es la trama de Powers, la serie creada en el 2000 por el escritor Brian Michael Bendis y el dibujante Michael Avon Oeming, donde los superhéroes son estadísticas y los protagonistas son dos policías que deben resolver las muertes de metahumanos que pueden levantar toneladas o correr a supervelocidad.

Detectives Deena Pilgrim y Christian Walker.

Pensada más como serie negra que como simple historia policiaca, el cómic de Bendis está lleno de cuadros en los que abundan los fondos oscuros y en los que la mayor luminosidad viene del foco de la sala de interrogatorios.

«Uno de los elementos principales de la serie es la yuxtaposición de lo noir (la clase de películas en blanco y negro filmadas en los 40, que contaban las historias de cínicos detectives y policías corruptos) y lo superheroico (…) Y una de las reglas de los filmes noir es que la propia ciudad sea considerada un protagonista principal de la historia», afirma Bendis en el tomo recopilatorio de la primera trama de Powers. Eso explica la presencia permanente, en las viñetas de este cómic, de los oscuros muros de la ciudad y de unos habitantes que no confían en los superhombres que solo ven como siluetas que vuelan sobre sus cabezas.

De hecho, Powers aporta un poco más a la desmitificación de los superhéroes. Los muestra desnudos en una sala de operaciones, a punto de ser sometidos a una autopsia, pero no con un bisturí sino con una motosierra que pueda cortar su piel de acero. También se pregunta si cometen excesos sexuales o qué tan nociva es su influencia sobre los chiquillos que los admiran y se disfrazan como ellos.

Estas provocadoras historias le han dado gran éxito a la serie. Tiene tres premios Eisner (el Oscar del comic). Uno como mejor serie en el 2001, y los otros dos para Bendis, en el 2002 y el 2003, como mejor escritor.

¿Hasta dónde puede llegar una serie cuyo principal atractivo es averiguar por qué y cómo mueren los metahumanos? Difícil saberlo, pero luego de 9 superhéroes asesinados, 7 villanos muertos y otros 11 personajes secundarios desaparecidos (del 2000 hasta diciembre de 2009), Powers goza de buena salud y hoy es publicada por la gigante Marvel bajo su sello adulto Icon. Al parecer, Pilgrim y Walker resolverán estos atípicos crímenes por unos años más.

Un superhombre puede morir durante el sexo. Viñeta de Powers número 14.

El juicio final de Alan Moore


Sentinel, el personaje del que se vale Moore para criticar a Rob Liefeld.

El mejor guionista de cómics de superhéroes del mundo no es, ni por asomo, el artista más querido de esta industria. En 1986, con la historia de los decadentes vigilantes de Watchmen, el británico Alan Moore cambió las reglas de juego en el negocio de los justicieros enmascarados, pero la admiración que ha despertado en el mundo, es inversamente proporcional a la relación que mantiene con sus ex empleadores. Y es que el excéntrico guionista, que ahora se presenta como un chamán, no se cansa de dar portazos y de criticar con acidez, entre otras cosas, a las adaptaciones cinematográficas que se hacen de sus obras.

Alan Moore
Rob Liefeld

«Quizá la película esté maldecida en la distancia, sí, desde Inglaterra. Y les puedo asegurar que yo soy capaz de escupir veneno sobre ella todos los meses que falten hasta el estreno», declaró, por ejemplo, poco antes del estreno, en 2009, de la adaptación que hizo Zack Snyder de Watchmen.

Y claro, ante el estilo deslenguado de Moore, hay algunos que se animan a responderle. Ese es el caso del norteamericano Rob Liefeld, un empeñoso pero poco talentoso dibujante, guionista y aspirante a magnate de los cómics que contrató al británico en 1997 para relanzar los personajes que creó bajo el sello Image. «No he sacado el grueso de mi trabajo de Alan Moore, no me intimida, no lo pongo en un pedestal como a Jack Kirby y Frank Miller. Sólo es un tipo que quiere que le paguen, y hace tratos que después no le gustan, y después se pone quejica y llora por ello», dijo Liefeld sobre Moore en el 2007, diez años después de que trabajaran juntos.

El encono de Liefeld contra Moore tiene un origen que vale la pena contar. El estadounidense fue uno de los siete artistas que fundó Image Comics en 1992, una editorial que intentó darle batalla a las gigantes del cómic superheroico de Estados Unidos: DC Comics y Marvel Comics. Es bajo este sello que nacieron personajes tan interesantes como Spawn de Todd McFarlane y Savage Dragon de Erik Larsen. Liefeld, por su parte, creó Youngblood, una serie con la que empezaron las críticas que hasta ahora lo persiguen. Que si Youngblood era una copia de X-Men, que los personajes que dibujaba parecían adictos a los esteroides, que si trataba de esconder su escaso dominio de la figura humana con abundantes líneas cinéticas o que su concepto de buen guión eran las películas de Rambo, estaba claro que Liefeld no era el artista más respetado de los noventa.

Cansado de todos los palos que le llovieron, Liefeld dejó Image y trató de fundar su propia compañía: Awesome. Su idea era relanzar a sus personajes con nuevos orígenes y para ello contrató a Moore. Sin perder tiempo, el guionista diseñó una historia a la que título: Judgment Day (Día del Juicio), que tendría como protagonistas a los Youngblood. La cosa resultaba atractiva. Judgment Day enfrentaba a los superhéroes de Liefeld con el sistema judicial, ya que uno de ellos estaba acusado por homicidio. Es decir, no era un cómic de buenos contra malos, sino la historia de un simple juicio, aunque los protagonistas llevaran mallas y capas.

Pues bien, la cosa prometía, pero previamente Moore debía resolver el tema del origen de las creaciones de Liefeld y decidió hacerlo de la manera más honesta posible, aunque tuviera que sumarse a la lluvia de palos que ya había caído sobre su contratante. En medio de la trama de Judgment Day, Moore introdujo al Libro de la vida, un artefacto que podía ser utilizado por el que lo poseyera para reescribir la historia. Luego, decidió que los Youngblood habían tenido aventuras ridículas y absurdas, «llenas de mutantes postnucleares y cyborgs con bazookas», porque uno de sus integrantes así lo había escrito, convirtiendo su universo «en una mala película de acción». En pocas palabras, Moore le estaba echando la culpa de la mala suerte de los Youngblood a los pésimos guiones de Liefeld, y lo más curioso es que el norteamericano terminó por dibujar el guión que le entregó el inglés.

Es obvio que Liefeld tardó en darse cuenta que Moore lo había ridiculizado públicamente. Tanto que solo diez años después se animó a declarar contra el británico.

Estocada de Moore en viñeta de Judgment Day.
El puntillazo final del británico.

Caballeros oscuros al compás de Wagner


Antes de que el escocés Mark Millar lanzara Némesis, una provocadora historia que empezó a publicarse el año pasado, en la que se explora cómo se vería un villano si tuviera las habilidades y recursos de Batman, estuvo Grendel, creación del escritor y dibujante Matt Wagner, publicada por el sello independiente Comico.

El personaje tomaba algunos elementos de la mitología del hombre murciélago y de otras figuras como Diabolik, el clásico ladrón del cómic italiano. Tenía una identidad secreta, la del exitoso escritor Hunter Rose, era millonario, superaba a cualquier campeón olímpico en el arte del esgrima, y aunque no contaba con la valiosa ayuda de un mayordomo como Alfred, podía confiar en Larry Stohler, su principal informante y quien le ayudaba a lavar el dinero de la mafia.

Como lo planteó Wagner, Grendel era una visión deformada de Batman, un hombre que había recibido una rigurosa formación física y mental, pero que decidió convertirse en el criminal más peligroso de Nueva York debido a la muerte de su amante.

La historia duró poco. Hunter Rose apareció por primera vez en 1982 y Wagner decidió acabar con él en 1986, en una pelea con Argent, una especie de hombre lobo que trabajaba para la policía y que era la contradicción total del criminal cruel pero de modales finos que había construido. El choque era obvio, Wagner usó un ser lleno de violencia para acabar con la agudeza de Grendel.

Años después, sin embargo, porque los héroes y antihéroes de papel nunca mueren, Hunter Rose volvió a la vida, pero no para chocar con un bruto como Argent, sino con el paladín en el que estaba inspirado. Grendel se encontró así con Batman, en uno de los cruces entre compañías más interesantes que se hayan publicado en Estados Unidos.

Matt Wagner tuvo absoluto control de la historia y del arte. En sus dos tomos, El acertijo del demonio y La máscara del demonio (1993), el escritor dejó en claro que este era un choque de intelectos, nada de viñetas a toda página en la que volaban las patadas. Si estos colosos iban a enfrentarse lo harían en medio de una historia que tenía un poco de novela negra y mucha plasticidad.

Para ello, el escritor creó a dos personajes femeninos, la curadora Rachel King y la editora Hillary Perrington, con quienes se relacionan Bruce Wayne y Hunter Rose, respectivamente. Son estos dos personajes, los que llevan el hilo conductor de la historia. De hecho, el secreto de Hillary es explotado por Grendel para llegar a Rachel y luego a Batman.

Pero previamente, estos cuatro debían conocerse. Y es aquí donde entra la maestría de Wagner, mientras va explicando en qué consiste el plan de Grendel y llega el choque definitivo con Batman, las viñetas van dividiéndose en dos, en cuatro y hasta en ocho, para mostrar las diferencias entre Wayne, Rose y sus acompañantes. Si el primero era un plomo aburrido y concentrado en su trabajo como justiciero, el otro era un seductor un poco cínico. Si Rachel era una conservadora enamorada, Hillary una hippie que vivía la noche de Gotham.

Para el momento del combate final, Wagner dejó una sorpresa. Una página dividida en 33 viñetas que narra cuadro por cuadro la pelea entre ambos personajes, un verdadero storyboard para el que se anime a poner en movimiento este cómic.

En 1998, otro Grendel, también salido de los lápices de Wagner, cruzó espadas con Batman, pero esta historia no tenía la complejidad de la primera. Solo Hunter Rose estuvo a la altura de Bruce Wayne.

Wagner usa viñetas dentro de otras viñetas para describir a sus personajes.
Wagner y sus 35 cuadros en el combate decisivo.
Grendel en Lima, gracias a la nutrida colección de muñecos de mi buen amigo Miguel Gonzales.